CARTA A OFELIA NIETO
Mientras Rajoy presumía de haberle parado los pies en Europa al intento de Tsipras de salvar a los griegos más desfavorecidos, una excavadora y un retén policial enviados por el ayuntamiento de Madrid que gobierna su partido, expropiaba su casa a tres familias y tiraban abajo el edificio del número 29 de la calle Ofelia Nieto, en el madrileño barrio de Tetuán, para cederle el terreno a la constructora de Enrique Ortiz, empresario imputado en el caso Brugal y en la Gürtel por financiación ilegal del PP. El domingo, activistas y vecinos del barrio, que durante un año y medio habían evitado el derribo, salieron a desescombrar las ruinas y empezar a reconstruirla. La misma estampa de siempre: el PP es la excavadora que allana el camino a los negocios de los amiguetes que les financian, mientras el ciudadano de a pie intenta evitarlo y recomponer lo que destruyen.
No es extraño –como se ha desvelado este fin de semana- que España haya sido con Portugal, el principal opositor a las políticas sociales del nuevo gobierno griego. Es lo que ha venido haciendo aquí, cargar todo el peso de la crisis en los de abajo para que lleven a los de arriba como los vasallos que portaban el trono del rey sobre los hombros. No puede dejar que Grecia haga lo contrario porque veríamos que hay otro modo de salir del atolladero que no sea arrastrándonos. Por eso quiere obligar a Tsipras a seguir su misma fórmula, a saber, abaratar la mano de obra y recortar servicios sociales para cuadrar las cuentas. Esa es la razón de que no se note en la calle la recuperación que escupen las cifras macroeconómicas: ha destruido la economía micro para engordar la macro. Rajoy va en la macroexcavadora aplastando a la gente como si fueran microbios.
Es mentira, pues, que se enfrente a Grecia por defender nuestro dinero y es mentira que los griegos nos deban 26.000 millones de euros, como dice este gobierno de embusteros. Les hemos prestado 7.000 millones, el resto se lo han dejado prestamistas privados y nosotros lo hemos avalado. Es lo de siempre: si los devuelven, gana la banca, si no los devuelven, perdemos nosotros. Lo segundo puede ocurrir, lo primero no lo va a permitir la Europa de los mercados a la que Rajoy sirve como buen vasallo. Prueba de ello es que el gobierno dio por perdidos hace dos años 36.000 millones del rescate a la banca que pagamos entre todos, mucho más de lo que nos deben los griegos. A ellos no se les perdona ni media, a Bankia nadie le pide ni un duro de los 800 millones de beneficio que ayer anunciaba. La banca gana, tú pierdes.
“No tengo la culpa de la frustración que ha provocado la izquierda radical griega prometiendo lo que no puede cumplir”, ha dicho, con un cinismo insuperable, el hombre que ha incumplido todas sus promesas. Pero la tiene y también de la frustración que ha provocado en España la derecha radical, la suya, la que permite que las tres grandes eléctricas declarasen la semana pasada unos beneficios de 7000 millones de euros en 2014, un 20% más que en 2013, mientras hay gente que no tiene ni para encender la luz y el precio de la electricidad sigue subiendo. Y el número de desahucios y el de las víctimas de hepatitis y el de suicidios anuales (un 22% más, 600 más que antes de la crisis). Rajoy mete la pala de la excavadora en la tierra, saca un puñado de gente y la echa en la boca insaciable del cíclope una vez y otra hasta que no queden ni las sombras.
Así entró la excavadora el pasado viernes en el número 29 de la calle Ofelia Nieto. La excusa para expropiar la propiedad eran 6m2 de la finca que invadían una acera que se quiere reformar. Hasta las excusas que inventan son pequeñas. 6m2. Lo que ocupa una tumba. Ahí han enterrado la vida de una familia. De tantas familias de este país y de países como Grecia.
Después del derribo, cuentan que solo quedaba una mujer derrumbada sobre los escombros de su vivienda. Pero el domingo volvieron los vecinos para empezar a reconstruirla. Con sus propias manos. Sobre una montaña de cascotes recolocaron el buzón. Ahí habrá que escribir si queremos respuestas. No podemos esperar a que ningún presidente nos atienda. Las cartas a la Moncloa nunca llegan.
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