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Comer sin comida, la receta para la crisis

Nunca han estado más de moda los programas de cocina y los cocineros estrella. Entre ellos el más conocido es sin duda Sigfrido Isturiz, chef del celebrado restaurante “La cococha” y colaborador de varios programas de televisión. Isturiz es asimismo autor de dos de los recetarios más vendidos de la historia: Comer sin manos, con inventivas propuestas para los cocineros mancos, y Comer sin ganas, donde se revelan algunos secretos culinarios para poder recuperar el apetito, tras una copiosa comida, comiendo cordero asado y capones con ciruelas. Pues bien, Sigfrido Isturiz acaba de publicar su tercer libro, Comer sin comida, del que en su primera semana ha vendido ya 130.000 ejemplares. Pensado para tiempos de adversidad, el nuevo recetario propone 99 formas distintas de hacer comestibles y, aún más, apetitosos el papel, el plástico, las camisas y los teléfonos móviles. El talento gastronómico y literario de Isturiz se despliega en todo su vigor en las jugosas anécdotas, muy poéticas, que acompañan las recetas (inolvidable la del viejo profesor que se comía los exámenes de sus alumnos), pero sobre todo en el último capítulo, titulado Comida humana, comida sana, que incluye doce recetas caníbales para “convertir” ­ escribe el autor­ “la supervivencia en sibaritismo”. Estas recetas están pensadas para una situación de excepción, un accidente de avión en los Andes o un naufragio en el Índico, por ejemplo, pero también para un eventual agravamiento de la crisis económica mundial. De hecho, Isturiz, conocido por sus veleidades socialistas, incluye una lista de “los productos humanos más saludables y suculentos, los más idóneos para mis recetas, los que deberían ser consumidos en primer lugar en caso de hambruna”, entre los que se encuentran, por supuesto, Kim Kardashian y David Bisbal, pero también, de manera sorprendente, María Dolores Cospedal, “ideal para un guiso lento”, y Mariano Rajoy, “lo más parecido a una dieta vegetariana”. La última receta dellibro, en todo caso, es la más personal. En ella, en efecto, Isturiz explica a su familia cómo deben cocinarlo ­a él mismo, al autor­ si algún día tuvieran que comérselo. “Evitad las especias, que ocultarían mis firmes convicciones republicanas, y utilizad una cazuela de barro”, escribe. Y añade: “Repartid las sobras entre los vecinos; y dadle un hueso a Toby; los demás los enterráis en el jardín, al lado del naranjo”.


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