SANTOS BEBEDORES Y BEODOS ILUSTRES | Carne Cruda
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SANTOS BEBEDORES Y BEODOS ILUSTRES

Irlanda es tierra de escritores, eso es innegable; Dublín es la única ciudad del mundo con un museo dedicado solo a sus escritores y cuando paseas por sus calles es imposible no tropezar (literalmente) con su tradición literaria. Sin ir más lejos yo me despellejé la espinilla con la estatua de Joyce en Earl St. Además de decenas de pequeñas librerías que vas (o ibas) encontrando por las callejuelas que circundan O’Connell St. En una de ellas decidí zambullirme en esta tradición y decidí leer el Ulises en inglés, así, sin anestesia.
Resultó un fracaso sin paliativos pero lejos de amilanarme le pedí a un librero una recomendación sobre algún autor clásico pero no muy típico y así descubrí al autor de nuestro planazo de hoy; Brendan Behan; la obra era Borstal Boy, escrita en 1958 y es un relato autobiográfico que narra su estancia en prisión ¿Por qué estuvo en prisión? Porque perteneció al IRA y le cazaron transportando explosivos en Liverpool. Se pasó gran parte de su juventud en la cárcel, donde empezó a escribir. En los años 50 logró un gran éxito en Irlanda gracias a sus obras teatrales, y se convirtió en una figura mediática, el típico escritor borrachuzo y gordinflas con salidas ingeniosas y diatribas etílicas; de hecho se le consideraba el sucesor de Dylan Thomas, con el que compartía similitudes como el hecho de acabar alcoholizados perdidos en el Hotel Chelsea de New York. Brendan Behan murió en 1964 y un año después se publicaba “Confesiones de un Rebelde Irlandés”, editado en español por Txalaparta, y que narra sus experiencias juveniles, entre reformatorios, cárceles, pubs y los peores rincones de Dublín.

“A la luz del día y con buena salud, es decir, en las únicas circunstancias en las que un hombre puede decir honestamente su opinión sobre este asunto, considero que lo que hizo Cristo fue perder su tiempo haciendo un montón de basura. ¿Por qué no podemos sencillamente deambular por ahí y pasárnoslo bien, y echarnos un trago, y comer algo, y hacer un poco de lo otro, sin mayores preocupaciones? La muerte siempre tiene dignidad. Puede que el hecho de estar muriéndose no sea muy alentador pero, una vez muerto, el hombre se torna invencible. Nunca más lo pueden atemorizar”.
De pie en el bar había un hombre que se me fue acercando.
-Lo he estado escuchando -dijo- y no acabo de entender el significado exacto de algunos de sus comentarios.
- Yo tampoco -respondí con toda sinceridad – pero tenía que decirles algo a estos bastardos.”

El planazo número dos es una película típicamente irlandesa, Waking Ned Devine (Despertando a Ned en castellano), dirigida en 1998 por Kirk Jones (Todos están bien) y que narra la improbable historia de una argucia planeada por todo un pueblo para cobrar un billete de lotería cuyo propietario muere al enterarse del premio. Uno de los habitantes (David Kelly, que está maravilloso en toda la peli) se hará pasar por él y tratarán de engañar al oficial encargado de entregar premio. Lo que hace especial la película son las pequeñas sub-tramas que tejen un micro cosmos en un pequeño pueblo perdido al oeste de Irlanda, una historia sencilla, que no simple, creíble, con su buena dosis de humor negro y con unos personajes con los que te encariñas, porque aunque lo que les mueve es la pasta la historia no deja de ser un canto a la comunidad. Además del paisaje costero y las colinas verdes durante toda la película la banda sonora te transporta a Irlanda, con música celta nada empalagosa, y que incluye temarracos como el Fisherman Blues de los Waterboys. Una pequeña y entretenida obra costumbrista, una oda a la lealtad y la amistad para pasar un rato requetegrato.

El planazo musical typical irish es más complejo de elegir, y es que hay mucha buena música allá en Irlanda; si nos centramos en el rock n roll tendríamos a Rory Gallagher, Van Morrison, los Undertones, Stiff Little Fingers, My Bloody Valantine, Damien Rice, Therapy, pero por encima de todos ellos hay que destacar a la mejor banda irlandesa de la historia, Thin Lizzy, y como tengo que elegir un disco elegiré Jailbreak, quizá su disco más popular con el que consiguieron hacerse hueco en las listas americanas y petarlo por toda Europa. Editado en 1976 incluye la formación más clásica, con Scott Gorham y Brian Robertson a las guitarras (esas guitarras haciendo melodías gemelas, que tanto influenciaron después a Iron Maiden) y especialmente la voz de Phil Lynnott, poderosa, sensual y chulesca como pocas. Un tipo absolutamente único, un negro rockero en Dublín con pelazo a lo afro y bigotillo de dandy que además compuso algunas de las más celebradas tonadas del rock irish. Lástima que fuese (como tantos) tan aficionado a la botella y acabase tan mal tan joven. El disco en cuestión, Jailbreak, amén de su icónica portada en forma de cómic, muestra la riqueza y la energía de unos musicazos en estado de gracia y contiene el mayor éxito de la banda The Boys Are Back In Town, y mi tema favorito de estos forajidos, The Cowboy Song.


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